sábado, 13 de septiembre de 2008

especie de catarsis

Supongo que la UBA está en crisis desde que yo nací (hace 25 años), seguramente desde antes, pero lo más probable también es que cada vez la crisis sea peor. Me pregunto qué de todo lo que yo haga puede cambiar algo de eso, si mis convicciones son realmente eso y no caprichos épicos de cambiar la Historia de la Educación en Argentina. Quizás sean las dos cosas a la vez. Pienso también que no soy el único que conserva algunos ideales consigo y eso me hace sentir un poco menos solo en mi condición de angustiado por este tema. Y también me pregunto porqué justo ahora y no pasó esto hace 10 o 20 años: me respondo que eso no interesa y que si me tocó vivir esto ahora, mucho mejor. Y mucho mejor aún el poder haber reaccionado y accionado, incluso con la pequeñez del rol que tiene cada uno en este conflicto. Algo de lo que hice sirvió para algo, colaboré y pienso seguir haciéndolo. Pero me pregunto a quién le sirve todo el esfuerzo y la energía que pongo en esto, en hacer cosas, algo, aunque sea un aluvión gráfico de tonterías o una mala idea o un intento de ensayito catártico como éste. Quién se favorece con esto, no me importa: pero no puedo quedarme quieto. No me importa equivocarme 50 veces para acertar 1, si esa única vale para algo importante.

Por otro lado, mi "yo ingenuo" pregunta porqué si yo soy capaz de hacer algo, mínimo, pero algo, si nos juntáramos todos con nuestras cosas mínimas haríamos algo más grande; a lo que mi "yo escéptico" responde que no todos tienen los mismos intereses y que incluso hay gente que intenta favorecerse con esta situación de mierda. Y entonces acumulo más bronca pero que por otro lado me hace juntarme con otra gente que también hace sus aportes mínimos para intentar apuntar a lo máximo, y si no se puede, a lo más alto que lleguemos. Con 6 meses de formación docente ni siquiera me considero con ese rol, soy ayudante de segunda ad-honorem y no lucho por cobrar hoy. A veces me da un poco de vergüenza el ponerme en una postura combativa por algo que no es para mí (ahora), pero ni siquiera me importa eso tampoco: lucho porque hay compañeros/colegas/amigos (algunos que conozco, la mayoría que no) que trabajan hace años gratis o con un sueldo irrisorio e injusto; porque me proyecto en ellos y sé que en el futuro me gustaría ser docente y me gustaría ser tratado dignamente como trabajador; porque la situación de por sí es injusta y me enoja mucho y necesito hacer algo para no morderme la lengua y envenenarme. No logro concebir que esté naturalizado (socialmente, y mucho menos en la propia UBA) que en la Universidad más prestigiosa del país (y posiblemente también de toda Latinoamérica), y en particular en nuestra Facultad (con un nivel académico increíble más allá de todas las penurias que sufre y ha sufrido) los docentes a cargo de la formación de miles y miles de estudiantes (y futuros profesionales) sean tratados por parte del Estado Nacional como material descartable, negreando la remuneración que obtienen por su desempeño o incluso negándosela por completo; tratando a los docentes y alumnos como meros números, como si la Educación pública fuera un almacén de mala muerte que vende verdura que si, se pudre, no importa porque total hay más materia prima.

Sinceramente en algunos momentos no sé como encarar más este tema, mi cabeza es caos absoluto, estalla de pensamientos y sentimientos encontrados, contradictorios, falibles. Es el péndulo que oscila entre la angustia que dinamita mis incipientes pasos en el descubrimiento/realización de mi vocación como docente, y en la indignación y la bronca y la necesidad de canalizarla que me produce ver la situación que hoy existe en la FADU, en la UBA, en la Educación del país en general. Pero después pienso que quizás no es un péndulo y sean las dos caras de la misma moneda, el ser y la nada de una situación en donde la bronca por la injusticia y la tristeza por el tener que soportarla son lo mismo. Y cuando me sorprendo tan pendulante o tan moneda me pregunto si realmente sé porqué estoy luchando, y me contesto que quizás no lo sé con absoluta certeza pero lo hago porque es lo que me sale hacer (y ojalá que esté bien).

Y me sale además todo este borbotón de pensamientos contradictorios y me autoconsuelo diciendo que sólo los que se cuestionan a sí mismos logran realmente cambiar algo, a ellos y a su entorno, porque no se quedan con los límites pétreos que les han construido. Y también me digo que a pesar de esta angustia titilante que tengo en el medio del estómago casi todo el tiempo, puedo aprovechar ese calor insoportable que me provoca en el cerebro y usarlo para algo, para echar(me) un poquito de luz, de bronca, de algo, para cambiar todo. O algo. O lo que podamos.

Para mí, sentir todas estas cosas es bastante, pero no lo suficiente.

Saludos a todos los que leyeron esto, y a los que no, también.


Pablo Ayala.

Ayudante de 2da

Diseño Gráfico

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